Después de casi 30 años en Esade, Pep Mària SJ se prepara estos días para cerrar una etapa y emprender un cambio que lo llevará, a partir del próximo mes de septiembre, a Roma. A punto de cumplir 60 años, habla con entusiasmo de los nuevos retos que afronta y en los que podrá volcar buena parte de la experiencia acumulada en su trabajo en el ámbito de las universidades jesuitas.
En Roma combinará la docencia en la Pontificia Universidad Gregoriana con su dedicación al Secretariado para la Educación Superior de la Curia General de los Jesuitas, junto a Joseph Christie SJ, que es el máximo responsable. Vivirá en la comunidad del Colegio Internacional San Roberto Belarmino, junto a jóvenes jesuitas en formación. “Poder acompañarlos será una tercera misión que me hace mucha ilusión”, explica.
Llevas 27 años trabajando en Esade. ¿Fue tu primer destino como jesuita?
Sí. Después de dos años dando clases en el Colegio Claver de Raimat, el Provincial Jesús Renau ya me destinó a Esade en 1998. Yo digo que el Espíritu Santo tiene sentido del humor. Cuando hacía COU ya me habían aceptado para entrar en Esade el curso siguiente, pero ese verano participé en un campo de trabajo en Melilla, organizado por un religioso y una religiosa misioneros de África. Allí conocí a Rosa, una sevillana que había renunciado a estudiar Medicina para estudiar Enfermería y estar más cerca de los enfermos. Entonces decidí que no iría a una escuela de negocios y, en nombre de mis valores y mi fe, opté por estudiar Económicas en la UB. Esos mismos valores y convicciones me acabaron llevando a la Compañía de Jesús y a trabajar durante 27 años en Esade.
¿Y no lo has vivido como una contradicción?
En Esade he podido trabajar por la causa que fue precisamente la razón profunda que me llevó a no entrar como estudiante antes de ser jesuita: he procurado despertar en los alumnos una vocación profesional que pueda contribuir a hacer un mundo mejor. Pero sí es cierto que me ha tocado tender puentes ante la incomprensión con la que a veces se ve la presencia de jesuitas en Esade, tanto por parte de algunas personas dentro de Esade como desde algunos sectores jesuitas. En este sentido, he tenido la suerte de contar durante mucho tiempo con Josep Miralles SJ, que tenía muy claro el sentido de la misión universitaria de la Compañía de Jesús. Josep daba clases en Esade y vivía en el barrio de Pubilla Casas, comprometido con la gente sencilla. En los últimos 4 años he podido compartir y reflexionar sobre el sentido y el valor de nuestra presencia con Alberto Núñez, con quien hemos debatido y avanzado en cómo vivir esta misión. Por otra parte, Esade también ha sido para mí una escuela de diálogo interreligioso y con no creyentes.
Explícanos qué hace un jesuita en una escuela de negocios
Muchas cosas. He dado clases en el Departamento de Ciencias Sociales, he formado parte del equipo de Identidad y Misión, he participado en la creación del programa Esade SUD, que envía alumnos a hacer prácticas profesionales en países del Sur Global (en estancias mucho más largas que los días que estuve en Melilla durante COU)... Puedo decir que he estado muchos años en la misma organización, pero en funciones muy diversas. Por ejemplo, hace unos años empecé a impartir un curso sobre religiones del mundo, a petición de un profesor agnóstico. Alberto Gimeno tenía muy claro que si sus alumnos se están preparando para ser managers en distintas partes del mundo, deben conocer las tradiciones religiosas para entender bien la cultura y los valores de los países en los que trabajarán.
¿El hecho de ser jesuita ha influido en la manera en que se ha acercado la gente a ti?
Sí, he bautizado hijos de compañeros, he celebrado bodas y funerales... Recuerdo que fue especialmente duro cuando murieron cuatro alumnas en un accidente y acompañé a las familias durante cuatro años: cuando se acercaba la fecha del aniversario nos reuníamos, compartían cómo iban viviendo el duelo (largo y doloroso) y preparábamos la eucaristía de conmemoración. Nos ha quedado una amistad muy profunda. Como jesuita acabas estando presente en momentos muy importantes de la vida de las personas, sean creyentes o no. Y hay que saber encontrar el lenguaje adecuado para cada ocasión.
Háblanos del SUD. ¿Cómo surge este programa?
En 2003, cuando terminé la tesis doctoral, el director general de Esade, que entonces era Carlos Losada, me encargó crear un programa de prácticas en países del Sur para nuestros alumnos. Empezamos el primer año con un pequeño grupo de nueve alumnos en Bolivia (3) y El Salvador (6). Después de esa primera experiencia hicimos una convocatoria y se presentaron más de 20 candidatos. El programa se fue consolidando y llegó a tener un centenar de participantes anualmente antes de la pandemia. Después el número bajó, pero ahora ya se está recuperando. Los alumnos colaboran con organizaciones que trabajan por la justicia social y el bien común en América Latina, África, Europa y Asia. El límite de participantes no lo marca un número fijo de plazas, sino el talento y la actitud. Si vemos que la motivación solidaria no está clara, les decimos que no. También destacaría que la formación de las actitudes de los alumnos es una oportunidad para trabajar su vida interior según las prácticas de la espiritualidad ignaciana. En los términos de la tradición jesuita: si quieren practicar la justicia, deben trabajar la fe.
¿Se puede transmitir la identidad y tradición jesuitas en entornos seculares e interreligiosos?
En 2020 hice un año sabático en la India precisamente para trabajar este tema de fondo: ¿se pueden transmitir los valores jesuitas cuando la gente no comparte la fe cristiana? En la India hay varias universidades jesuitas en un entorno mayoritariamente hindú o musulmán. Estuve en la primera escuela de negocios jesuita de la India, el Xavier Labour Relations Institute (XLRI), en Jamshedpur (estado de Jharkhand), en una zona donde hay muy pocos cristianos. Desde allí visité varias universidades por todo ese gran país. Por desgracia, debido a la pandemia, tuve que acortar la estancia prevista. De hecho, el director de XLRI con quien planifiqué el sabático era Joseph Christie SJ, que ahora será mi referente en Roma como Secretario para la Educación Superior de los jesuitas.
Este tema del diálogo interreligioso es central para la IAJU (International Association of Jesuit Universities). Al regresar de la India, lideré el proyecto Jesuit Higher Education, Religious Diversity and Secularization (JHERDS), que promueve la espiritualidad, pedagogía y valores jesuitas en universidades de la Compañía de Jesús en todo el mundo, partiendo de la realidad de que gran parte del alumnado y profesorado no son cristianos, pero pueden compartir nuestra inspiración. En este proyecto participan unos cincuenta profesores de universidades jesuitas de todo el mundo que se encuentran en contextos de diversidad religiosa y secularización.
¿Qué destacarías de ello?
Creo que se pone de manifiesto que hay tres ejes muy importantes en la misión universitaria y en la misión de la Compañía de Jesús en general: la promoción de la justicia social, el diálogo interreligioso y el diálogo con los no creyentes. Son ejes fundamentales según la tradición jesuita tal y como la entendemos en los últimos 50 años.
El próximo mes de septiembre te vas a Roma. ¿Cómo afrontas este cambio?
Los Ejercicios Espirituales que hice el pasado verano me ayudaron a descubrir y confirmar que era un buen momento para hacer un cambio. Tenía claro que quería seguir vinculado al mundo universitario y la docencia en la Gregoriana era una posibilidad. A la vez surgió la propuesta de colaborar con Joseph Christie en el Secretariado para la Educación Superior. Con Christie somos amigos desde hace mucho tiempo (desde antes del sabático en la India en 2020).
Poco a poco se fue concretando la idea de marcharme a Roma, combinando ambas tareas y residiendo en la comunidad de jesuitas del Colegio Belarmino, donde coincidiré con un compañero de la Provincia, Álvaro Zapata, a quien conocí en el encuentro de jesuitas del pasado mes de febrero. Me ilusiona estar en una comunidad de formación, pudiendo vivir con compañeros más jóvenes en esta etapa.
Recientemente has publicado un cuaderno virtual con Cristianisme i Justícia titulado Empecemos por meditar ¿Qué propones en él?
En 2019 hice unos Ejercicios de contemplación en Manresa con Xavier Melloni SJ. Desde entonces, por la mañana practico media hora de meditación, centrada en la conciencia del cuerpo; en acompasar la respiración con la recitación de un Nombre de Dios; y en la comunión con otros meditadores, con la Iglesia que ora y con toda la creación. Tiene que ver con prestar plena atención al presente como punto de partida para establecer relaciones armónicas y de amor con los demás seres humanos, con la creación y con Dios. Como dice un verso de Màrius Torres: “La Eternidad es solo un Presente que se expande”. Este tipo de meditación es una escuela de valores como la gratuidad, la paciencia, la innovación o la atención plena. Y una forma de entrar en comunión con el Dios de Jesús. De hecho, enraíza en una antigua tradición de la Iglesia que están revitalizando personas como Xavier Melloni, Pablo d’Ors o la World Community for Christian Meditation. Y nos pone en comunión con creyentes de diversas religiones.