Una globalización respetuosa con las libertades del hombre requiere organismos de gobierno supra-estatales

Profesores de centros universitarios jesuitas de España (Unijes) muestran que el pensamiento social cristiano contribuye de manera sólida y real a la construcción de un mundo más humano y más justo en el siglo actual. Ha sido en la presentación del libro "Pensamiento social cristiano abierto al siglo XXI", en la Universidad Pontificia Comillas, que contó con la asistencia del presidente de la Conferencia Episcopal Española, Monseñor Ricardo Blázquez.

“La globalización ha generado nuevas oportunidades y retos al desarrollo y sugiere la necesidad de progresar en el establecimiento de organismos de gobierno supra-estatales. Sin ellos no es posible el establecimiento de condiciones adecuadas para el desarrollo de las libertades del individuo, ni es posible el reclamo de un derecho al desarrollo de un modelo práctico y concreto”, afirma Manuel Aparicio Malo, profesor de Teología en la Universidad Pontificia Comillas, en su capítulo “Desarrollo humano integral”, incluido en la obra colectiva Pensamiento social cristiano abierto al siglo XXI, presentada en dicha institución, en un acto presidido por el Rector, Julio L. Martínez, SJ, acompañado por el Presidente de la Conferencia Episcopal Española, Monseñor Ricardo Blázquez, y del Coordinador del libro y profesor del Instituto Químico de Sarriá (IQS)-Universidad Ramon Llull, José Sols Lucia.

Este compendio de trabajos de profesores de Unijes (Universidades Jesuitas) pretende demostrar que el pensamiento social cristiano contribuye de manera sólida y real a la construcción de un mundo más humano y más justo en el siglo actual. Partiendo como eje central de la encíclica Caritas in veritate, del Papa Benedicto XVI, e incluyendo referencias a los documentos más importantes de la moderna doctrina social de la Iglesia, desde la Rerum Novarum, de León XIII, hasta la Evangelii gaudium, del Papa Francisco, los autores abordan los enormes desafíos que encuentra la humanidad, en el actual contexto de la globalización, que podrían dar lugar a extraordinarias construcciones en su historia, como una economía civil y respetuosa con el medio ambiente y una democracia global que, basada en una ética mundialmente compartida, permitiera una paz justa en todo el planeta.

Fraternidad

La sociedad global nos hace más cercanos, pero no más hermanos. Aparece entonces la fraternidad como una dimensión esencial de la justicia social, entendida como un desarrollo humano integral y solidario. Como señala Josep M. Margenat Peralta, SJ, de la Universidad Loyola Andalucía, “para la humanidad está en juego lograr ser de verdad una auténtica fraternidad”. El mercado global será verdaderamente eficaz para el desarrollo peno de todos los hombres si no excluye los valores morales y regula su propio funcionamiento con normas legales de validez universal, escribe Fernando de la Iglesia Viguiristi, SJ, de Deusto. Ahora bien, insiste en la idea esencial, lograr que la familia humana se dé un cuerpo legal universal exige que se establezca una autoridad política mundial.
María Dolors Oller Sala, de ESADE, añade a lo anterior que caminar en la línea de la globalización de la solidaridad significa construir una civilización del amor. Somos responsables del nacimiento de una nueva conciencia que haga posible una comunión que, en un mundo tan plural, habrá de ser siempre comunión en la diversidad. Es así como la tradición cristiana ilumina el camino en pos de lo que es nuclear en su experiencia de fe, la construcción de la fraternidad, postulado de la Revolución Francesa que aún está por estrenar.

El pluralismo y la diversidad del mundo aparecen en la reflexión del Rector de Comillas, Julio L. Martínez, SJ, sobre religión y sociedad, donde asegura que privatizar la religión le quita su repercusión social. Para ser relevantes en una sociedad pluralista, agrega, se hace imprescindible la participación, el compromiso con lo real y la búsqueda de consenso con otras cosmovisiones. El dato decisivo es el de la aceptación del pluralismo que significa el adiós definitivo a la uniformidad de la sociedad antigua. Construir un marco de convivencia para todos los ciudadanos, respetuosos del pluralismo, es una tarea de la que no puede sentirse dispensado ningún creyente, ni laico ni clérigo.

José Manuel Caamaño López, de Comillas, recuerda que una buena sociedad es ciertamente fruto del mercado y de la libertad, pero hay necesidades reconducibles al principio de fraternidad, que no pueden eludirse ni dejarse en manos únicamente de la esfera privada o de la filantropía. Por eso, subraya, es fundamental vivir la reciprocidad y la sociabilidad dentro de la vida económica para construir una auténtica economía civil y social, algo que solo es posible cuando existe un espacio adecuado para la gratuidad en las relaciones humanas. Para el profesor de la Deusto Business School Ricardo Aguado Muñoz, la economía de comunión se posiciona como un espacio privilegiado para generar el desarrollo humano integral propuesto en la Caritas in veritate. Las empresas deben ser competitivas en el mercado y obtener un beneficio, a la vez que colaboran con la consecución del bien común, practican la fraternidad con las personas en necesidad ―en la doble faceta de compartir el beneficio económico y de crear oportunidades de desarrollo― y utilizan un estilo de gestión acorde con la cultura de la reciprocidad.

Trabajo

Garantizar los derechos vinculados al trabajo es uno de los grandes retos del siglo XXI, que acomete Ildefonso Camacho, SJ, profesor de la Facultad de Teología de Granada. Las estrategias para afrontar esta situación que pone en cuestión los derechos vinculados al trabajo deben ser abordadas con creatividad, lo que significa que no vale pensar solo en restaurar la situación anterior, ya que las condiciones de la economía y de la sociedad mundial son muy distintas. Algunas estrategias que propone son: crear empleo desde una nueva división internacional del trabajo, que ofreciera nuevas oportunidades de empleo a países no occidentales y obligase a los occidentales a buscar nichos nuevos o ámbitos inexplorados, entre otras cosas; reducir el tiempo de trabajo para repartirlo; flexibilizar el mercado de trabajo para responder a las condiciones de sectores laborales muy globalizados y con rápido cambio tecnológico, que exigen adaptarse continuamente y desarrollar nuevos productos y servicios manteniendo la competitividad; revisar la relación entre trabajo y otras actividades humanas, como el voluntariado en la etapa de la jubilación, y buscar otras formas de ingresos para quienes carecen de trabajo, como la renta mínima garantizada o la renta básica o salario social.

La ecología se sitúa en el interior de la antropología, escribe José Sols Lucia, del IQS, citando a Benedicto XVI. Cuidar de la naturaleza supone cuidar del hombre; no son dos cosas distintas, sino la misma o, como mínimo, dos cosas distintas intrínsecamente relacionadas. El mismo autor, al adentrarse en el tema de la técnica, aporta dos ideas de la doctrina social de la Iglesia: la técnica es un medio, no un fin, y tiene una peligrosa tendencia la autojustificación moral, que puede llevar al engaño de hacer creer que todo lo técnicamente viable es moralmente bueno y además tiene que ser realizado, porque no hacerlo supondría cerrarse al progreso.