Ramon Fabregat, un jesuita profundamente enamorado de Jesús

El pasado 10 de abril murió en Raimat el P. Ramon Fabregat Mata. Nacido en Barcelona en 1934, pasó gran parte de su vida en África, sobre todo en Chad, donde vivió casi 30 años.
 
Entró en la Compañía de Jesús en el noviciado de Roquetes en 1954. Allí coincidió con Ignasi Anzizu, compañero jesuita que como Ramon, acabaría marchando unos años después hacia África y con el que irían coincidiendo en diferentes lugares y momentos de la vida.
 
"Ramón era hombre de paz", explica Ignasi Anzizu, "incapaz de hacer daño o de hablar mal de nadie. Pero, eso sí, dotado de una capacidad de ironía fina y de un buen sentido del humor. Siempre he admirado su sencillez, hasta tal candidez, su nada fingida humildad. No ocultaba sus orígenes, un chico de barrio -su Hostafrancs! - e hijo de obrero llegado de tierras valencianas para la construcción de la Exposición de 1929".
 
Una vez ordenado sacerdote y finalizada su formación como jesuita, después de un tiempo en Mallorca y después en Barcelona, en 1975 Ramon Fabregat pide marchar hacia el Chad donde ya se quedará hasta el año 2003, trabajando en la parroquia, la escuela y la casa de ejercicios. Fue delegado del Provincial para los jesuitas del sur de Chad, presidente de la Conferencia de Superiores Religiosos de Chad o delegado diocesano para la pastoral de vocaciones, entre otros.
 
Es esta etapa africana en Chad que marca profundamente al P. Fabregat, en la que, recuerda el P. Anzizu, se ganó el afecto y el respeto de todos los que lo trataron. Y destaca "su esfuerzo por inculturar el vivir y las costumbres de los africanos, que no le hizo disminuir, al contrario, la fidelidad a sus profundas raíces catalanas".
 
En 2004, tras una breve estancia en Manresa, vuelve a África, esta vez a Camerún, donde pasa tres años. En 2007 regresa a Cataluña. Los últimos doce años ha vivido en Lleida, donde ha desarrollado diversas actividades, de apoyo a personas migrantes, y también colaborando en el ámbito de la pastoral penitenciaria, visitando y acompañando presos.
 
"Ramon era un hombre de fe, profundamente enamorado de Jesús, el compañero inseparable de todas horas y de todos los caminos. Jesús era su verdadero referente, el Tesoro escondido que había descubierto de chico y por lo que decidió entregar su vida. Es Jesús y su Evangelio que fue anunciando por todas partes, a menudo sin palabras, durante sus años de andar por el mundo".
 
Hace unos años compartía su testimonio vocacional en la web SerJesuita. Puede leerlo aquí

Podéis leer el texto de su compañero Ignasi Anzizu en este enlace.