Unas 200 personas se reunieron el sábado 19 de enero ante las puertas del Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de la Zona Franca de Barcelona, para participar en la quinta edición de la vigilia de oración que organiza el grupo de visitas al CIE de la Fundación Migra Studium, organización que forma parte del Servicio Jesuita a Migrantes.
La iniciativa contó con la adhesión de una veintena de entidades, y también en Madrid (Pueblos Unidos y la red Migrantes con Derechos) y en Sevilla (la Delegación Diocesana de Migraciones) se organizaron actos similares con el mismo lema.
La concentración insistía de nuevo en el carácter profundamente injusto de los CIE, y este año se ha querido alertar también sobre la intención del actual gobierno de abrir otros nuevos CIEs. Tal y como se leyó en la bienvenida, los CIE provocan un sufrimiento inútil y están construidos expresamente para humillar, criminalizar y estigmatizar el conjunto de la población migrada, intentando formar en la opinión pública la idea de que sólo se expulsa a delincuentes peligrosos. Ante esto la vigilia de oración reivindicaba la dignidad de las personas "sin papeles", los solicitantes de asilo, los apátridas... una dignidad que tienen por el solo hecho de ser personas.
Durante la primera parte se leyeron testimonios de los internos recogidos por los voluntarios y voluntarias de Migra Studium que los visitan. Los casos de Salah, Mamadou, de Alí, Kiri y otras historias anónimas, que se han escuchado en silencio y que resonaban el dolor, la dignidad y la determinación. "Siempre he actuado en el 'camino recto' lo aprendí de mis padres y de mi religión. Por eso siento mucha vergüenza de estar en una prisión", dice Salah, que llevaba casi veinte años viviendo en Lleida, y que fue expulsado a un país con el que ya no tenía ninguna relación. O la voz de Kiri: "llegamos a un mundo de palabras escritas en papel mojado: welcome, bienvenido..., palabras que visten de bondad una situación de injusticia. Mi vida desde que llegué fue solitaria, pendiente siempre del riesgo de ser expulsado". O el drama de un chico de Guinea Conakry, que perdió a su hermano pequeño en el trayecto.
Después se leyeron textos religiosos de la Biblia y del Corán. La oración terminó con la lectura del evangelio (Mt 25, 35): "Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; fui forastero y me acogisteis", encendiendo las y con el canto de Padrenuestro.
La frialdad del atardecer, la frialdad de los muros, de las vallas y la lejanía del lugar sirvieron a todos los que se acercaron a la Zona Franca para tomar conciencia de uno de los muchos agujeros negros de injusticia y sufrimiento que genera el nuestro mundo. De esta frialdad, sin embargo, surgía un grito unánime: No más CIE, no más sufrimiento inútil.