Comunicado del Servicio Jesuita a Refugiados, coincidiendo con el aniversario de la tragedia de Lampedusa
Un año después de la trágica muerte de casi 400 inmigrantes forzosos - hombres, mujeres y niños - en las costas de la isla italiana de Lampedusa, decenas de miles de vidas se han salvado. Los detalles de lo cerca que las víctimas estaban de la costa llevaron al gobierno italiano a actuar. Esta es una prueba, si es que se necesitaba, de lo mucho que se puede hacer cuando los estados priorizan la vida por encima de la seguridad fronteriza.
La Operación Mare Nostrum ha salvado a cerca 142.000 personas que probablemente en su mayoría habrían muerto en el mar. Una respuesta admirable por parte de las autoridades italianas. Sin embargo, esta es una responsabilidad europea, una obligación internacional, un desafío humanitario. Mare Nostrum operó en aguas internacionales ya que es donde se pierden más vidas. Los planes para limitar las operaciones de búsqueda y rescate de la agencia europea de fronteras, Frontex, a las aguas de la UE son totalmente inoportunos.
Las operaciones de búsqueda y rescate son esenciales, pero insuficientes por sí solas. Incluso con las amplias operaciones puestas en marcha por las autoridades italianas, la agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR) estima que más de 2.500 personas han muerto tratando de cruzar el Mar Mediterráneo en lo que llevamos de año. Hace unas semanas, un barco con hasta 500 inmigrantes se hundió frente a las costas de Malta, al parecer embestido por los propios traficantes de personas.
"Hay un peligro real de que se pierdan todos los avances que se han logrado gracias a que se priorizó el salvamento de vidas. No solo tenemos que asegurarnos de salvar tantas vidas en el mar como sea en posible, sino que también tenemos que ofrecer a los desesperados que huyen de las violaciones a los derechos humanos más fundamentales, canales alternativos seguros para llegar a Europa. No debemos limitarnos a esperar hasta la siguiente terrible tragedia", dijo el director internacional del Servicio Jesuita a Refugiados, Peter Balleis SJ.
Ofrecer a los solicitantes de asilo la oportunidad de buscar refugio en un lugar seguro disminuiría la necesidad de recurrir a las redes de traficantes sin escrúpulos. Entre otras medidas concretas, los Estados de la UE deberían incluir el establecimiento de un sistema de visas humanitarias, la posibilidad de los receptores de protección subsidiaria puedan reunirse con sus familias, e un aumento de la cuota de los refugiados con derecho a ser reasentados.
"Con el agravamiento de la crisis en Oriente Medio y África del Norte, blindar nuestras fronteras solo aumenta el sufrimiento de miles de personas inocentes. Los países europeos deben trabajar unidos para asegurar que brillen nuestros valores humanos de compasión y hospitalidad", afirma el director del JRS Europa, Michael Schöpf SJ.
"Tras la visita del año pasado del Papa Francisco al Centro Astalli (las oficinas italianas del Servicio Jesuita a Refugiados), y sus continuos llamamientos a la solidaridad, hemos asistido a un aumento del apoyo a los refugiados. Muchas personas se han puesto en contacto con nosotros para comenzar un voluntariado en el Centro Astalli y muchos otros han demostrado, en diferentes maneras, interés por la causa de los refugiados", dijo el director del JRS Italia, Giovanni La Manna SJ.
"Vemos el inicio de un necesario cambio en la sociedad, que empieza con pequeños gestos en la vida cotidiana", añadió el P. La Manna.
Mientras que muchos ciudadanos europeos han dado pasos positivos y han mostrado su hospitalidad de forma concreta hacia los refugiados, aún estamos a la espera de una acción decidida por parte de los líderes de Europa.
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