Hace ya unos años que un pequeño grupo de jesuitas vive y trabaja en Nador, ciudad en la costa de Marruecos, a pocos kilómetros de la frontera de Melilla.
Esta comunidad de la que forma parte el jesuita catalán Àlvar Sànchez, trabaja activamente en varios proyectos en colaboración con la iglesia diocesana y otras congregaciones religiosas. Dos de sus proyectos son el Centro Baraka, de formación profesional e inserción sociolaboral, y el trabajo en la Delegación Diocesana de Migraciones.
Un trabajo en el que tiene un papel destacado la aportación de jóvenes voluntarios y voluntarias que han decidido ofrecer su tiempo y talento al acompañamiento de personas que se encuentran en una situación de vulnerabilidad. Entre ellos jóvenes procedentes de Cataluña, y en algunos casos ya con vínculos con la familia ignaciana.
Es el caso de Blanca y Marta, procedentes de Lleida y vinculadas al colegio Claver de Raimat y al Casal Loiola de Barcelona. Cuentan con formación en pedagogía y eso les ha permitido poner en marcha una nueva actividad: un proyecto para los más pequeños. Desde el mes de octubre están llevando a cabo un programa de actividades con niños y niñas de familias migrantes, de entre 2 y 6 años, que se reúnen en un entorno lúdico y formativo. Tras recibir un desayuno adecuado, a lo largo de la mañana se van alternando juegos, danzas, ejercicios de dibujo y otras diversas actividades.
"El objetivo de este proyecto no es solo que los pequeños se entretengan, sino también ofrecerles un espacio seguro de encuentro y relación, favoreciendo el desarrollo de sus capacidades", explican Blanca y Marta. Y es que los niños y niñas forman un grupo especialmente vulnerable dentro de la población migrante, ya de por sí sometida a condiciones de vida bastante difíciles. "Una iniciativa como esta, que abre un nuevo espacio de acogida, diversión y aprendizaje para los más pequeños, constituye un signo de esperanza, que nos alienta y consuela", nos dicen desde la Delegación Diocesana de Migraciones.
De Lleida ha llegado también a Nador Pau, otro antiguo alumno del colegio Claver de Raimat, que colabora en el Centro Baraka, ofreciendo asistencia en las clases de español y de inglés, y ayudando en la alfabetización de mujeres y el apoyo escolar con los niños.
Bernat, con estudios de enfermería, ha asumido la responsabilidad del espacio de acogida de la Delegación. Se trata de una residencia temporal para migrantes en situación especialmente vulnerable, donde también colabora Omayma, una joven nadorí que ha sentido también la llamada del voluntariado.
No son los únicos jóvenes españoles trabajando en Nador. Resu, una joven murciana, gracias a una beca del Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones de Comillas, está reforzando el equipo de gestión de la Delegación Diocesana de Migraciones. A través de otra universidad jesuita, la de Deusto, llegó Anna, estudiante procedente de Verona (Italia); ella y Clara, que es voluntaria del programa VOLPA y natural de Soria, llevan adelante, junto con una colega marroquí, las tareas del equipo social de la Delegación.
"Agradecemos muy de corazón la presencia de todos estos voluntarios y voluntarias, el aire nuevo que aportan a la misión de la Iglesia en Nador y su esfuerzo generoso y desinteresado", nos cuentan los compañeros jesuitas de la comunidad de Nador. "En este tiempo de Adviento, son para nosotros un motivo más de esperanza en medio de las dificultades y desafíos de la Frontera Sur".