Este lunes 7 de abril ha sido asesinado en Homs (Siria) el Padre Frans Van der Lugt. Holandés de origen, el P. Frans había nacido en 1938, entró en la Compañía en 1958 y fue ordenado sacerdote en 1971. Se encontraba en Siria desde el año 1960. A pesar del peligro, había decidido espontáneamente permanecer en la ciudad de Homs como expresión de su solidaridad con las personas que no habían podido dejar la ciudad.
Reproducimos el artículo publicado en el blog de Cristianisme i Justícia por el jesuita Jaume Flaquer.
En los conflictos, las muertes acaban apareciendo en la prensa extranjera como esos contadores de visitas de páginas web que no cesan de crecer: un número anónimo en el que, al final, un cero más o menos acaba importando poco. Hoy, el que ha visitado esa macabra página de asesinados ha sido un compañero jesuita que conocí en una visita a Siria, y que como cada uno de los más de cien mil muertos que lleva esta guerra civil, también tenía un nombre y era alguien para alguien. Francis Van der Lugt, holandés de nacimiento, de 75 años de edad, ha vivido en Siria desde 1960, justo después de hacerse jesuita. Era responsable de una iglesia de la ciudad de Homs, actualmente en poder de los rebeldes pero asediada por el ejército del régimen a expensas de la población. Hoy un hombre entró en la iglesia, le sacó fuera, y le disparó en la cabeza.
El pasado febrero, la ONU consiguió evacuar a 1.400 habitantes del centro de la ciudad, pero todavía quedaban una treintena de cristianos. Un reciente documental de la televisión francesa (17-02-2014) le presentaba como un héroe. En la entrevista decía: “El pueblo sirio me ha dado tanto…, tanto cariño, tanta inspiración, y todo lo que tengo. Ahora que él sufre debo compartir sus penas y sus dificultades”. Éste era el testamento de un hombre que ayudaba tanto a cristianos como a musulmanes ahí donde estaba, un ejemplo entre tantos otros que las balas han querido ahogar.
Las cifras de la guerra son espeluznantes. Nada más que en el pequeño Líbano hay ya un millón de refugiados que se añaden al medio millón de palestinos que aún viven en campos de refugiados. En su carta cuaresmal, el arzobispo maronita de Damasco recordaba que había otros dos millones en otros países, que en el interior de Siria había 9 millones de desplazados y que había ya más de dos millones de casas destruidas.
Poco a poco el régimen está ganando terreno y quizás acabará ganando, aunque a costa de haber destruido completamente su propio país. Mientras, los países de la zona juegan a su ajedrez particular en el conflicto: Irán apoyando a Bacher al-Asad, junto con la milicia de Hezbolá; y Arabia Saudita, Qatar y Turquía financiando a los rebeldes. Mientras, EEUU y Europa miran impotentes la partida sin decidirse a sostener a los rebeldes, por la presencia cada vez más numerosa en el país de otro tipo de rebeldes que están implantando la ley islámica más estricta en sus zonas de dominio. Los videos de sus atrocidades colgados en internet convierten en un juego de niños la sangre que corre por la secuela de la película 300 recién estrenada…
Fuente: Bloc de Cristianisme i Justícia