Coincidiendo con la celebración del Día Mundial del Refugiado, el 20 de junio, el Servicio Jesuita a Refugiados quiere recordar que la clave del cambio está dentro de cada uno de nosotros. Si bien son los gobiernos quienes deciden si aceptar o rechazar a los refugiados, solo nosotros tenemos el poder real de acogerlos. Debemos cambiar la imagen que tenemos del refugiado como 'el otro'.
Incluso cuando los refugiados no son literalmente expulsados, suelen ser ignorados, maltratados o encarcelados. Su mera presencia es criminalizada y a menudo son excluidos de sus comunidades de acogida. En Sudáfrica, los extranjeros son víctimas de la violencia y de pogromos que les obligan a huir de sus hogares. En Europa, los refugiados se ven obligados a depender del mercado de trabajo informal y de viviendas precarias. En los Estados Unidos, los refugiados que huyen de la violencia generalizada en América Central son detenidos.
La clave para cambiar no siempre tiene por qué ser un enfoque de arriba a abajo. Responsables políticos suecos son un ejemplo de que los líderes pueden fomentar este cambio de nuestra percepción como sociedad, pero debemos comenzar con nuestra propia percepción a título personal. Los refugiados son el "nosotros", el "nuestro", en contraposición al "ellos" o al "suyo". No solo hay que salvar vidas; salvemos la dignidad.
"La integración y la hospitalidad no consisten solo en abrir nuestras fronteras, sino también en abrir nuestras comunidades. Esto último no será el resultado de decisiones de unos pocos líderes, sino de nuestras propias decisiones personales. Para cambiar nuestros países, debemos empezar cambiando nuestras comunidades, y para cambiar nuestras comunidades debemos comenzar por nosotros mismos", dijo el director internacional del JRS, el jesuita Peter Balleis.
Podemos presionar a los gobiernos para que reciban a los refugiados, pero no vamos a esperar indefinidamente a que las decisiones a gran escala de nuestros líderes empiecen a llegar en cuentagotas. Empecemos a gestionar el cambio a pequeña escala en nuestras propias comunidades.
"Todos debemos primero ser capaces de ver, y luego ayudar a que los demás lo vean, que los inmigrantes no son un problema por resolver. Son nuestras hermanas y hermanos que necesitan ayuda, que deben ser acogidos y amados", dijo el refugiado keniano y voluntario internacional del Servicio Jesuita a Refugiados, Anthony Mukui.
Así que no vayamos hacia atrás; vayamos adelante: animémonos a nosotros mismos, a nuestros vecinos y a nuestras comunidades a abrir nuestras puertas. Así, juntos podremos hacerlo posible. Juntos podremos darles la bienvenida. Juntos podremos defenderles. Juntos podremos.
Información publicada en la web del JRS