Sudán del Sur, el país más joven del mundo, está viviendo una escalada de violencia, coincidiendo con el quinto aniversario de la independencia del país. Estos últimos días, centenares de personas -población civil y fuerzas de paz de la ONU- han muerto y miles han sido desplazadas internamente dentro de Juba, la capital, aumentando el temor de que el país esté al borde de caer en una guerra civil.
Nuestros compañeros jesuitas Pau Vidal y Àlvar Sànchez, que trabajan con el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) en la región de Maban, nos cuentan que se encuentran bien y que la situación en Maban, se ha mantenido en calma, por lo que permanecen allí con el equipo nacional, la comunidad local y el resto de trabajadores humanitarios de las ONG. En palabras de Pau "ahora mismo es seguro, aunque nuestro staff está muy preocupado por sus familiares en Juba". Por este motivo se está reduciendo el equipo nacional, para que puedan visitar a sus familiares.
Los acontecimientos en Juba son preocupantes. Allí el equipo del Servicio Jesuita a Refugiados en Juba ya ha sido evacuado, después de haber recibido impactos de balas en su residencia. Según cuenta Pau Vidal, "ha sido brutal, peor de lo que la mayoría hubiera previsto, incluso los más pesimistas. Esto nos lleva de nuevo muy para atrás en Sudán del Sur, que hace unas semanas ya era considerado el segundo país más peligroso del planeta. Después de 4 días de guerra civil en la capital con tanques, lanzagranadas, helicópteros… Uno no sabe qué pensar. Por suerte no se ha extendido masivamente hacia otras partes del país".
En los últimos días, la situación en Maban se ha mantenido en calma, pero la relación entre la población refugiada y la local es frágil, especialmente desde hace un mes cuando un incidente dejó 5 personas fallecidas. "A pesar de esta situación, el sábado 9 de julio, con motivo de la visita de los directores internacionales, regionales y nacionales en Maban organizamos un encuentro en la ciudad Bunj para todo el personal del JRS en Maban, tanto refugiados como locales. Se contó con gran asistencia, fue alegre y una señal de que la mayoría de los miembros de la comunidad de ambos grupos en realidad desean que el entendimiento y la paz prevalezcan". Sin embargo, la situación puede ser especialmente delicada pra el personal nacial. En agosto de 2014, cinco trabajadores humanitarios nacionales, todos los de la tribu Nuer, fueron blanco específico de las fuerzas de defensa Maban, milicia que permanece activa y, según indicaciones recientes, parece que no plenamente integrada en las fuerzas del gobierno.
Desde el Servicio Jesuita a Refugiados en África del Este, la responsable de comunicación Angela Wells, describe la situación como "grave" con mucho temor a que el país esté volviendo a entrar en conflicto "a pesar del acuerdo de paz firmado por los líderes de hace tan sólo unos meses". Los que han huido desde esta última escalada de violencia son los civiles que vivían en Juba: "Es la gente normal que trabaja en la ciudad tratando de hacer una vida normal la que ha sido atrapada en el fuego cruzado de artillería pesada y bombardeos", explica Angela. Algunos ha vuelto a sus casas pero muchos aún temen que la inestabilidad vuelva. Los civiles están buscando protección, principalmente en escuelas e iglesias, que "son percibidas como más seguros, pero en realidad no lo son", dijo Wells. Ahora mismo, se vive una sensación de incertidumbre, "no sabemos si la gente va a empezar a huir de Juba, lo que provocaría que esta violencia se intensifique en otras zonas del país donde será más difícil de proteger a la gente".
"Lo que es obligatorio tan pronto como sea posible es garantizar la protección, el hecho de que los centros de las Naciones Unidas destinados a proteger a las personas hayan sido atacadas es totalmente inaceptable". Los que llegan a los centros de protección están muy desnutridos, por lo que la provisión de alimentos, refugio y atención médica son prioridades. Hay que tener en cuenta que la gente ha estado huyendo de Sudán del Sur desde 2013 por lo que hay 2,4 millones de personas desplazadas, 1,7 millones en el país y 700.000 en Uganda, Etiopía y Kenia.
La ONG jesuita Entreculturas apoya al Servicio Jesuita a Refugiados en Sudán del Sur y se mantiene pendiente ante la grave situación que atraviesa el país y el estado del personal en terreno.