La Iglesia ante el reto de las migraciones

El pasado miércoles 30 de mayo la sala de actos de Cristianismo y Justicia acogió un diálogo entre el arzobispo de Barcelona, el cardenal Juan José Omella y el jesuita Alberto Ares, delegado del sector social de la Compañía de Jesús en España sobre la respuesta que da la Iglesia ante el reto de las migraciones, moderado por la periodista Laura Mor.
 
El cardenal Omella recordó que la Iglesia, y así lo ha expresado claramente el Papa Francisco, debe poner los pobres en el centro de la vida cristiana, y esto tiene que tocar forzosamente la actitud frente a las migraciones.
 
El acto tenía como punto de partida las reflexiones que Alberto Ares presenta en su cuaderno Hijos e hijas de un peregrino. Hacia una teología de las migraciones, publicado recientemente por el centro de estudios Cristianismo y Justicia. Ares considera que la realidad migratoria, en tanto que "signo de los tiempos", necesita ser abordada con mayor profundidad por la reflexión teológica. Hay que, según el jesuita, recuperar de la Biblia y de la tradición apostólica una mirada que está marcada por las experiencias migratorias, el exilio, la acogida y la hospitalidad.
 
Es a partir de esta aproximación a la realidad migratoria desde los textos bíblicos y el magisterio de la Iglesia que el autor señala las cuestiones insoslayables que hay que repensar: la identidad (quién es mi familia), la dignidad (como nos ha creado Dios), la justicia (cuando te hemos visto forastero y te hemos acogido), la hospitalidad (con quien comparte la mesa Jesús) y la integralidad (todo está conectado).
 
No se habló sólo de la reflexión y la mirada teológica, sino del compromiso y de la acción que necesariamente debe impulsar. Alberto Ares, que cuenta con larga experiencia en el acompañamiento de comunidades migrantes, reclamaba a nuestras familias y comunidades más contacto directo con la realidad de la migración.
 
En la misma línea se expresaba el cardenal Juan José Omella, que lamentaba que siempre queda mucho por hacer y reconocía las dificultades que hay que afrontar para hacer una buena acogida. "Debemos tener claro que nadie es dueño de esta tierra, de esta ciudad y de este barrio, pero tenemos dificultades para hacer una buena acogida".
 
Para vencer estas dificultades, Omella apuesta por una acogida serena que pasa sobre todo por escuchar al otro, y no sólo al recién llegado sino que a menudo también hay que conocer los vecinos del rellano de la escalera.
 
También para Alberto Ares lo más importante para romper prejuicios es el contacto directo y la convivencia. Nos deberíamos cuestionar, dice el jesuita, por qué la inmigración se concentra a menudo en los mismos barrios y escuelas, y qué respuesta damos: cómo ponemos nuestros propios recursos al servicio de la convivencia.
 
Y si hay que trabajar por la convivencia en los países de acogida, Omella insistió también en la necesidad de trabajar en las causas que generan las migraciones forzosas.
 
Testigos de compromiso y de acogida
 
El acto contó también con la aportación de testigos que desde opciones personales y comunitarias están llevando a cabo experiencias de acogida o de compromiso con las personas migrantes. Olga Correa, colombiana que está haciendo su doctorado sobre trabajo y migraciones, apuntaba la importancia de los espacios celebrativos en la construcción de una sociedad acogedora y hospitalaria.
 
El delegado de pastoral social del arzobispado, Josep M. Jubany, compartió su experiencia de visitas y atención religiosa en el Centro de Internamiento de Extranjeros de Barcelona (CIE): "lo que hacemos es sobre todo escuchar a las personas". Jubany también criticó el paternalismo que a veces se produce en el trato con los migrantes.
 
Por su parte, Albert Tarradellas, padre de familia miembro de las comunidades de vida cristiana y de la Red de Hospitalidad, explicó con realismo su experiencia de acogida en casa de una persona migrante, sin esconder las dudas y resistencias que hay que vencer a la hora de tomar una decisión como esta. "Jesús fue migrante de pequeño y luego fue un acogedor de primera, por lo tanto el hecho migratorio con el hecho cristiano, está íntimamente unido", decía.
 
También habló un joven, Uri Hosta, que participa en el campo de trabajo que se organiza para hijos de migrantes en Almería. "Almería me ha enseñado a amar, y en recategoritzar todos los valores", decía.
 
Este acto, organizado conjuntamente con la Fundación Migra Studium, ha sido el último de este curso de Cristianismo y Justicia.